EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO EN EL ARTE COREOGRÁFICO CONTEMPORÁNEO.

Acceder a la creación implica, sin duda, recorrer un arduo camino, aprender a transitar espacios que permitan reconocer y dar forma a lo genuino surgido del originario de cada creador. Pero la danza, aun formando parte de ese recorrido que el arte impone, es capaz de encerrarse tras la materia más radical para llegar a convertirse en pura forma, dada la extrema exigencia física a la que se arroja.  

Con este ensayo emprendemos un viaje a lo largo del S.XX, vinculando a los pensadores más influyentes del siglo pasado con los principales referentes de la Danza Moderna. 

Danza Moderna o Danza Contemporánea que, de un modo general, ha sido la voz de una época, de un tiempo, de unas circunstancias muy concretas que buscaban en ella ese lenguaje capaz de dar cuenta de todo un universo abierto en la incertidumbre como modo de estar en el mundo, ese modo característico de quienes lo habitaban. Hombres y mujeres que se rebelaron contra el culto a lo tradicional, contra los ballets románticos, o contra las tendencias artísticas más clásicas. Hombres y mujeres que acabarían descubriendo, gracias a tal escenario, su auténtica capacidad creadora, originando así el inmenso despliegue de lenguajes, técnicas, registros y estilos en los que, finalmente, ha derivado la danza de nuestros días. Comprender cómo se baila hoy y por qué, descubrir la estrecha vinculación de la danza con el pensamiento, así como generar bibliografía, todavía inexistente, se plantean, en estas líneas, como retos insoslayables que parecen ser alcanzados.  

Propuestas para bailar la incertidumbre

Misterioso acontecimiento, la danza: el cuerpo enhebra gestos llegados de intuiciones ocultas, donde la explicación o la utilidad evidentes se apartan para que pase una experiencia inédita contagiosa, disidente, provocadora. Una experiencia capaz de pactar territorios en los que se conjure el paso del tiempo, lo inevitable, aquello que llega sin haber sido llamado; por los que se dispute la vida incluso cuando esta parezca haber desaparecido en su posibilidad.

Se danza y el pensamiento fluye más allá de sus fronteras cotidianas. El cuerpo piensa y son sus pensamientos palabras escritas en el aire, palabras que respiran y sudan y aíslan resistencias hasta que se disuelven en la acción. Cuerpo que danza, que acepta su papel de límite desafiando la limitación que la forma impone: coreografía de la vida y sus senderos, hasta el borde de los abismos donde se hace obligatorio volar para no perecer. Porque, ¿acaso el pensamiento no es un vuelo? El de la imaginación y su poderosa locura constructora de escaleras para subir y bajar sueños. 

Isabel Arance quiere mostrar, a la manera de Wittgenstein, esa escalera que tiraremos –o que obviaremos, con agradecimiento metodológico- tras habernos valido de sus peldaños. Teorías-escalera, métodos filosóficos-escalera, propuestas sistemáticas-escalera del pensamiento, que la investigadora interpreta en las teorías-métodos-sistemas-escalera de coreógrafos y coreógrafas, de bailarines y bailarinas por ella elegidos. Ejemplos en un tiempo simbólico, el de la contemporaneidad, que ha concebido lo que, en definición precisa, se acota como “danza moderna”.

El vínculo-escalera se transforma en puente, en diálogo, en espacio de lo común, donde danza y pensamiento hablan lenguas muy próximas. Lenguas de entendimiento a través de las cuales es posible el nacimiento de una idea que extienda su envergadura en una propuesta dancística. Aquí está, desde nuestro punto de vista, la mayor fortaleza, entre tantas como hay, de este libro: en acercarse a la Filosofía tras la experiencia dancística, en escudriñar y aprender de la obra de Friedrich Nietzsche, María Zambrano, Gilles Deleuze, etc., al tiempo que se reflexiona y se analiza la de Mary Wigman, Pina Bausch, Merce Cunningham o Bob Fosse, entre otros. Porque Isabel Arance es bailarina y acepta, desde su profesionalidad, que el misterio de la creación no se oculta, aunque parezca una paradoja; pero sí necesita la precisión en el camino del hilo tejido, la minuciosidad a la hora de recorrer su trama.

La autora demuestra, como ya lo hizo en su brillante tesis doctoral –que tuve la suerte de dirigir, y sobre la que se fundamenta ahora esta publicación-, su compromiso profesional y cívico con lo que significa la danza moderna, la danza contemporánea en general. Una danza que ha sido y es voz de una época, de unas circunstancias históricas determinadas que buscaron y hallaron lenguajes capaces de expresar universos humanos abiertos en la incertidumbre, el modo de estar en el mundo definitorio de quienes los habitaron, de quienes los habitamos.

Queda darle, de nuevo, la enhorabuena por este trabajo valiente y riguroso, que aporta bibliografía absolutamente necesaria para continuar futuras investigaciones al respecto. 

Y también queda darle las gracias a la Editorial Cumbres por su apuesta clara y comprometida con las artes escénicas, con la belleza.

Marifé Santiago, otoño de 2016