AUGUST BOURNONVILLE
HISTORIA DE UNA TRADICIÓN

 

AUTOR:  Ioshinobu Navarro Sanler


August Bournonville

Historia de una tradición

 

© Ioshinobu Navarro Sanler

 

© Sobre la presente edición: Ediciones Cumbres, 2019

 

© Del prólogo: DINAMARCA-LA HABANA-MADRID: UN BUEN LIBRO. 

Marifé Santiago Bolaños

 

© De la cubierta: Augusta Nielsen en Toreador de August Bournonville. 

Retrato de Eduard Lehman, 1840

 

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RESEÑA AL LIBRO

August Bournonville, historia de una tradición, es un acercamiento a la historia del desarrollo del legado coreográfico de esta gran creador, el más influyente nombre del ballet danés en el mundo, que cambió el curso del desarrollo del Romanticismo del siglo XVII. Después de un breve recorrido por la historia de la danza, y el contexto histórico y artístico en el que el creador desarrolla su obra, el autor se adentra en el Universo creativo de August Bournonville, para hacernos más cercana la historia, y poder comprender su visión en la actualidad. La pregunta principal que se plantea es ¿Cómo hoy los ballet de Bournonville, son aún interpretados y cercanos en su discurso? La actualidad de los ballets del danés queda al descubierto como unión de tradición y modernidad, y esta es la fuente principal de su preservación histórica. Finalmente el autor, se adentra en el análisis de obras que son icónicas dentro del repertorio del gran coreógrafo danés, para traernos de manera sencilla los detalles que rodean estas obras coreográficas, lo que hace que este libro tenga una sencilla lectura, ideal tanto para estudiantes como investigadores del mundo de la danza, así como para todo aquel que este interesado en el desarrollo del arte escénico en general.

PRÓLOGO

DINAMARCA-LA HABANA-MADRID: UN BUEN LIBRO

 

Acaso porque, al menos en la apariencia que ciertos intereses han hecho canon, occidente y sus implicaciones apostó, desde la raíz, por una razón impositiva y controladora frente a la imaginación, hemos supuesto que el valor de esta última es menor que el de la primera. Suposición, sin duda, que no se detiene a pensar lo evidente: sin tener en activo esa capacidad humana de soñar, de ir más allá de lo que lo concreto y cotidiano entrega a la percepción -que también es educada y educable-, seguiríamos habitando un universo de sentido reducido donde, por ejemplo, la magia del fuego y el desconocimiento de sus leyes establecería jerarquías inevitables en la convivencia, a partir de fórmulas tan eficaces como la violencia y el miedo. Imaginar es mucho más que perderse en un cierto extravío del pensamiento o prestarle atención a “la loca de la casa”, como se llamó, con desprecio, a la imaginación. Es, por el contrario, que el sueño creador ejerza de peculiar metodología, rigurosa y sensata como todo método que se precie ha de serlo. Me permito incluir este pequeño fragmento de Gilbert Durand extraído de su De la mitocrítica al mitoanálisis. Figuras míticas y aspectos de la obra, quien en la misma constelación que pensadores y pensadoras como Bachelard o María Zambrano, apela a ese territorio de la creación, y a la actitud que requiere, como llamada urgente de atención en una época, la nuestra, donde la sobrecarga de imágenes, con toda una tradición de desconocimiento y rechazo del papel de la imaginación, se ha convertido en una virulenta y aniquiladora arma de dominio “racional”:

Ver en el hombre un objeto de uso, un objeto de intercambio, en contra de lo que cualquier ética humana siempre recomendó, de Sócrates a Kant, de Kant a Marx, de Buda a Jesús, es aceptar la alienación total del hombre, es realizar aquello que el doctor Mengele había empezado a organizar. (…) Las ciencias del hombre objetivas, rigurosamente científicas, que se permiten todas las experiencias y todas las experimentaciones, hasta hoy solo se dieron en Auschwitz. Una vez más, creo que es preciso que el filósofo, el antropólogo, que no es sino un filántropo, se coloque “del lado de los poetas”, del lado del “honor de los poetas” (…) ¡Dejemos paso a las imágenes ordenadas de los poetas en contra de los ídolos de la razón!

 

Contra tales “ídolos” generadores de circunstancias opresoras, se revela este libro que, con todo gusto, prologo. Su autor, el doctor Ioshinobu Navarro Sanler, bailarín cubano, coreógrafo y pedagogo, comparte años de fecunda profesionalidad entregada, primero, en su tesis doctoral, August Bournonville como modelo de preservación del patrimonio europeo de la danza, que tuve el privilegio de dirigir.

 La dificultad de su investigación, entonces como ahora, no estaba en la recopilación exhaustiva de una biografía y de una técnica específica asociadas a Bournonville. El currículo de Ioshinobu Navarro fue una explícita carta de presentación para poder desplazarse a Dinamarca e investigar, directamente, en el Royal Danish Ballet importantes documentos y trabajar con ese “documento vivo” que es el propio Ballet. Tampoco lo más difícil era la complejidad de reproducir, en palabras e imágenes pedagógicas, un legado que se remonta al romanticismo dancístico -que no coincide, cronológicamente, con el periodo histórico así conocido-, y ha permanecido idéntico, en su transmisión, de Bournonville a nuestros días. Lograr todo lo señalado habría sido mérito suficiente de su tesis doctoral, y se cumplió con los mejores y más brillantes resultados. 

Pero el verdadero gran reto era demostrar la importancia, en nuestros días, de conseguir el reconocimiento como patrimonio de la humanidad de una técnica creada hace casi siglo y medio. Eso requirió, para empezar, analizar el contexto social específico e histórico general donde August Bournonville desarrolla su empeño de fijar una técnica reconocible para el ballet danés, en una Europa donde los monstruos, los miedos y los deseos del romanticismo histórico se expresaban ahora en un “progreso” técnico e industrial sin parangón en la larga historia de occidente, que parecía culminar ahí el camino iniciado en esa apuesta por la racionalidad “objetiva”. Un momento, que sigue siendo nuestro legado, donde en los márgenes de esa historia oficial surgían disidencias sociales y artísticas fuera del orden, portadoras, sin embargo o por ello, de semilla de paz que la oficialidad evitaba, tal y como Europa, el mundo entero padecería pocas décadas después de la muerte de Bournonville. Y, sí, el bailarín y coreógrafo danés, a través de su metodología y de su técnica, concebía ese “ballet romántico” que, en el diferido del tiempo y en el rescate del pensamiento filosófico inserto en el concepto anterior, aun podría convertirse en espejo y guía para una época abocada al fracaso de seguir rechazando caminos que el sueño creador traza en el mapa sin fronteras de la Belleza. Ioshinobu Navarro, ciudadano del mundo, se propuso ratificar que aquel empeño de su predecesor y colega danés tenía que ser el mismo que cualquier artista, en cualquier lugar y en cualquier momento, tiene el deber de aceptar: estar del lado de los poetas, del lado del honor de los poetas. Él lo hace demostrando la importancia de cuidar aquello que, por su propio poder transformador, ha de erigirse patrimonio de la humanidad, borrando separaciones burocráticas y estableciendo vínculos cívicos de reconocimiento y respeto. Así ha de leerse la obra de tantos compañeros y compañeras de viaje en este trabajo, convertido hoy, felizmente y por mediación de la prestigiosa e indispensable Cumbres Editorial, en texto de referencia para manejo de especialistas y de personas interesadas en un fenómeno de singular trascendencia simbólica.

Si nuestras conversaciones en el periodo de elaboración de su tesis doctoral desbordaban las páginas que habrían de escribirse y defenderse, también ahora siento, con este libro a punto de ser del mundo, que el Malecón de su Habana -que Ioshi y yo recorrimos juntos, en un viaje de trabajo durante el periodo en el que, precisamente, la tesis estaba a punto de finalizar- se extiende en el mar infinito hasta las costas de Dinamarca, agrandando la geografía de la dignidad. Y que el avión que nos regresaba a Madrid, sin dejarnos tiempo para la brevedad de un sueño porque ambos revisábamos la última versión de aquella tesis, literalmente, entre las nubes, era, en realidad, el cortés y elegante mensajero de lo que habría de llegar muy pronto.  

Un buen libro es siempre testimonio y porvenir. Testimonio porque dona, vivificado y presencial, acaso el pasado de un sueño creador que pudo no llegar a lograrse. Por eso es también porvenir, porque al recibirlo, una imaginación de ética fertilidad abre sus mejores alas y nos lleva, de vuelo, hasta un lugar por habitar que acelera el corazón y atraviesa los párpados cerrados para que ni un solo detalle imprescindible se pierda en el trayecto. Y, ¿saben?, eso solo lo logra la Poesía, ese hacer que impide, misterio en vela, la entrada a la maldad y sus derrotas.

Adelante, este es un buen libro…

 

Marifé Santiago Bolaños,

Escritora, Profesora de Estética y Teoría de las Artes 

(URJC-IUDAA),

Académica correspondiente de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce,

Patrona de la Fundación María Zambrano

 



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